Jeremías Ponce, de promesa nacional a realidad mundial
Por: Agustín Baus
Sentado en la camilla, las penumbras del vestuario reflejan los nervios y la impaciencia. Al mirarse las manos vendadas, Jeremías Ponce recuerda todo lo que tuvo que superar para llegar a este momento.
El esfuerzo diario, el apoyo de su entrenador y su familia; y la venta de las entradas para las veladas cuando aún era amateur tenían un objetivo: competir dentro de un ring y que lo vean cumplir uno de sus sueños.
Comenzó en el boxeo a partir de los 14 años, tal vez para experimentar, pero esa prueba se volvió una realidad. Anteriormente, en la escuela y jugando al fútbol se peleaba seguido. Sin embargo, en el boxeo encontró todo lo que estaba necesitando.
Nunca precisó de promotores para hacerse conocer en el ámbito del deporte, desde joven estuvo sólo en la búsqueda de poder competir en un cuadrilátero de manera profesional. De a poco, con mucha disciplina y constancia, impuso su nombre en las bocas de los apasionados del pugilismo. Así como es en la vida cotidiana junto a sus allegados, lo demuestra en el ring al finalizar cada batalla.
“Me abrazo con el rival porque sin él no podría boxear, nos necesitamos mutuamente”. Así se define el humilde chico oriundo de José Mármol que, sin nada, se prometió a sí mismo efectuar esa ilusión que tuvo desde que empezó amateurmente: consagrarse campeón mundial.
Con un entrenamiento que comienza a las 6 am saliendo a correr, vuelve a su casa y parte de nuevo a la Escuela Santos Zacarías, un pilar fundamental en su carrera. La institución es conducida por Alberto Zacarías (hijo de Santos), quien décadas atrás condujo a la gloria a Sergio Víctor Palma y Juan Martín Coggi.
Allí ejercita con Patricio (nieto de Santos), su preparador físico, y está en contacto con su mánager, Alberto. En un gimnasio simple y modesto de Rafael Calzada, pero que acoge talentos inigualables, Ponce se prepara semanalmente hace más de 11 años para estar listo ante cualquier oportunidad de representar al país.
Desde su primera pelea en octubre de 2015 frente a Jesús David Barraza hasta hoy, “Jere”, como lo llaman sus amigos, siempre fue igual. Sin dejar que el marketing ni las grandes empresas adelantaran los tiempos. Él, a base de puños y victorias, se ganó el conocimiento de todo un país que lo denominó como la promesa nacional.
Recién en 2021, luego de vencer a Lewis Ritson en Alemania por el título súper ligero y posicionándose como N° 1 del ranking de la división súper ligera, firmó con Universum, promotora europea, que confió en su potencial y le dio la oportunidad de poder luchar por un cinturón de la FIB. Su récord así lo ameritaba: peleó 30 veces, ganó todas (20 KO) y no conoce la derrota.
La gente corea su nombre. Llegó la hora. Deja el vestuario atrás y las luces apuntan hacia él. Ahí va, con la bandera argentina, custodiado de la dinastía Zacarías y con su esposa, Iara Altamirano, y su hijo, Alejo, mirándolo de algún lado, camina rumbo a la batalla más importante de su vida.
Aquel chico de José Mármol se sacó el mote promesa para enfrentarse a la posibilidad que siempre soñó. Se puede observar en su mirada y sentir en su mente fría, pero con la llama encendida más que nunca, que Ponce quiere ser campeón mundial.
Estudiante de periodismo deportivo – TEA y Deportea.